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Una historia de imprentas, ríos y venganzas.
Una fría noche de noviembre de 1916, si alguien hubiera estado por casualidad en el puente londinense de Hammersmith, habría podido ver a un anciano paseando. No tenía nada especial, aparentemente, un transeúnte nocturno más.
Pero si alguien se hubiera fijado un poco más, habría podido reconocer a Thomas Cobden-Sanderson, fundador de la editorial Doves Press, arrojando furtivamente un objeto al río Támesis.
Haría lo mismo durante más de 170 noches.
¿Qué era lo que tiraba al agua de esa forma tan misteriosa? ¿Y por qué?
Para llegar a esa respuesta necesitaremos retroceder un poco.
Thomas Cobden-Sanderson había hecho muchos trabajos distintos hasta bien entrado en los cuarenta, pero no es hasta que se casa y adopta el apellido de su mujer, Annie Cobden, que decide iniciarse (con su apoyo y su dinero) como encuadernador en su propio taller, Doves Bindery. Siete años después, en 1900, decide convertirse en impresor y funda la editorial Doves Press, junto a su nuevo socio Emery Walker. Adopta el nombre del pub situado junto al taller, The Dove.
Thomas tenía una filosofía de vida muy especial, lo que él llamaba Cosmic Vision. Con esa visión cósmica buscaba la unidad y la cohesión perfecta con su entorno, y su propio trabajo era un medio de reflejar esa deseada armonía. Para él, había algo casi místico en la impresión de libros a mano, sin el más mínimo error ni imperfección. No había esfuerzo ni dedicación excesiva si con ello se acercaba a la armonía absoluta.
La función de la tipografía, así como de la caligrafía, consiste en comunicar a la imaginación, sin perder nada por el camino, la imagen que intenta transmitir el autor.
Thomas James Cobden-Sanderson.
En el taller de Doves Press nació la Doves Type, la joya tipográfica de la editorial, considerada una de las más bellas y refinadas de la historia de la imprenta. Cobden-Sanderson y Walker, con la ayuda del grabador Edward Prince, diseñaron esta fuente tipográfica, basándose en obras impresas en Venecia en el siglo XV por los maestros impresores Nicolas Jenson y Jacobus Rubeus.
En la tipografía tradicional, el primer paso, tras diseñar la forma de cada letra, era grabarlas a mano en una pieza de acero: era esencial darle la profundidad y el ángulo preciso para que, una vez creados los moldes definitivos que se usarían en imprenta, la apariencia impresa de cada letra fuera la adecuada. No había lugar para el error.
Era verdadera artesanía: la forma de cada letra que compone la Doves Type fue labrada a mano con un martillo por el grabador Edward Prince. 57 libras esterlinas fue lo que cobró Edward en 1901 por todo aquel trabajo.
De la pericia artesana de Prince y la supervisión minuciosa de Thomas y Emery nació la Doves Type. Se convirtió en la seña de identidad de la editorial y con ella se imprimieron verdaderas obras maestras, como una Biblia de 1903 en cinco volúmenes, considerado uno de los libros más bellos de la historia. Ejemplares de esta biblias son raros y muy codiciados y pueden llegar a venderse por más de 30.000 libras esterlinas.
Los libros nacidos en la editorial de Thomas y Walker tenían una característica peculiar: carecían de ilustraciones. Thomas rechazaba la ornamentación injustificada, y la belleza de sus libros residía en un claro sentido de la composición, en grandes letras capitulares en color pintadas a mano y en el uso magistral de la tipografía. Estos libros guiaron como un faro a las futuras generaciones en el diseño e impresión de libros.
Es 1902, solo han pasado dos años desde la fundación de la editorial y el perfeccionismo incesante de Thomas comienza a ser un inconveniente. Reprochaba a su socio Walker que no se preocupara lo suficiente de la calidad de los trabajos en la Doves Press, de detectar y corregir erratas. Thomas, al que ya le ronda la idea de disolver la sociedad con Walker, decide aplazar su decisión por estar en plena impresión de su famosa Biblia. Es a partir de 1906 cuando empiezan los verdaderos problemas y la respuesta a la pregunta que nos ha traído hasta aquí.
Pasan años de disputas y negociaciones constantes. Thomas prohibiendo a Walker la entrada al taller. Walker rechazando la oferta de Thomas de comprarle su parte de la editorial. Finalmente llegaron al acuerdo de que Walker, once años más joven, pasaría a ser el dueño de Doves Press una vez falleciese Thomas.
Al menos, eso creyó Walker.
Porque Thomas no quería imaginar que su editorial y sus amadas letras acabaran impresas en libros sin alma y sin pasión. Le horrorizaban los avances tecnológicos de la época, que comenzaban a mancillar el trabajo manual y artesano de la impresión de libros. Casi lo consideraba un sacrilegio.
Está decidido: tiene que deshacerse de todo el material tipográfico. Perdidos los moldes originales, no habría forma de volver a imprimir un libro con el característico estilo de la fuente Doves. Como confesó en su diario, se aseguraría de que sus queridas letras jamás serían «colocadas bajo una prensa que no estuviera animada por la mano y el brazo del hombre».
El puente Hammersmith y el río Támesis serán sus cómplices.
Empieza por desprenderse de las matrices en 1913, y en agosto de 1916 decide eliminar el resto de material tipográfico. Sin embargo, no fue fácil evitar llamar la atención y ocultar sus misteriosos paseos nocturnos, unos 170 en total. Al principio hacía caer los tipos desde su bolsillo al río, envueltos en pequeños paquetes. Más tarde adaptó una pequeña caja de madera con una tapa en su parte inferior, que le permitía ser más discreto, aprovechando el tráfico de los barcos y carruajes para amortiguar el ruido al caer al agua. A pesar de todos sus cuidados, tuvo algún que otro desliz: en una ocasión, casi golpea con todo aquel metal a un barquero que apareció de improviso bajo el puente.
Para enero de 1917 la tarea está hecha. En total, una tonelada de metal reposa ya en el Támesis, con profunda pena del anciano y decidido Thomas Cobden-Sanderson.
Pero su venganza no estaba completa, porque ahora necesitaba decirle al mundo lo que había hecho. Thomas escribe una última carta a todos sus clientes comunicando el cierre de Doves Press. De un modo poético y con la característica corrección british, les comunica que ha decidido legar su fuente tipográfica, y que las aguas del Támesis serían sus herederas por la eternidad.
Cientos de pequeñas letras moldeadas en plomo dormían en el lecho del río. Miles de transeúntes recorrían el puente sin saber que, metros más abajo, en algún lugar, estaban los caracteres que imprimieron parte de la historia de la literatura inglesa.
¿Se habrían perdido para siempre?
Afortunadamente no, porque casi un siglo después surge una persona, el diseñador Robert Green, para darle una nueva vida a la Doves. En 2014, con la ayuda de la Port of London Authority, Robert decide rastrear el Támesis en la zona del puente Hammersmith y 151 piezas de metal son recuperadas de entre los innumerables objetos allí enterrados.
Con estas pocas piezas se embarca en la tarea de reconstruir digitalmente la Doves, a partir de aquellas puñado de letras deterioradas por el agua y el tiempo. Durante varios años analizó minuciosamente libros originales impresos por la editorial, para comparar y reparar con rigor cada ligadura, remate y ángulo de los tipos recuperados. Él mismo definió todo este proceso como «extraño y exasperante».
Robert se convirtió una especie de forense tipográfico tratando de devolver a la vida cientos de letras, pero el suyo no fue un mero trabajo de restauración. Si quería que la Doves pudiera ser usada en el siglo XXI, necesitaba adaptar algunas de sus características. Y es que, a diferencia de otras muchas fuentes tipográficas que fueron evolucionando para adaptarse a los cambios tecnológicos, la Doves quedó anclada en el tiempo. Al estar fabricada en piezas de metal para un uso en imprenta mecánica, contenía ciertas características que la harían incómoda de leer en un uso moderno.
Más de 100 años después de su creación y con mucho esfuerzo, renació la Doves Type, en forma de variante diseñada para títulos y otra para cuerpos de texto, además de nuevos símbolos, versalitas y ligaduras que respetan el espíritu original de unas letras nacidas a golpe de martillo.
No sabemos si Thomas aprobaría el moderno renacer de sus amadas letras pero creo que le haría ilusión saber que, gracias a otras personas perfeccionistas como él, la belleza de su trabajo seguirá siendo admirada por muchos años más.
La función de la tipografía bella no es hacer que la belleza se convierta en un fin en si mismo por encima del contenido. Su función es facilitar la comunicación por la claridad y belleza del texto, y aprovechar las pausas y paradas que se producen en este para intercalar aquellos elementos de serena belleza que hacen de la tipografía un arte.
Thomas James Cobden-Sanderson.
Espero que hayas disfrutado esta historia, si has llegado hasta aquí es buena señal. Te invito a darle al ❤️, comentar y difundirla a los cuatro vientos para que las letras perdidas del Támesis lleguen a más personas curiosas. Nos vemos en el siguiente número.
Más información sobre el proyecto de restauración.
Y si quieres más historias, aquí tienes algunas:
Hobo: una historia de trenes, tipografías y bolsos
Las botellas perdidas de Canadian Club
O puedes ver el archivo completo con otro tipo de contenido.
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IMAGEN DE PORTADA: Tipos de la fuente tipográfica Dove rescatados del Támesis en 2014 • Typespec.
Una maravilla, como es habitual!
Un detalle: el botón de "Share" enlaza al nº 29 y no a este ;)
Salvando las distancias, me ha recordado al trabajo de Rivagorda sobre la recuperación de la tipografía de Ibarra. :P