¿Cómo estás? Por si es tu primera vez aquí, me presento: soy Iván Leal y te doy la bienvenida a Superfluor, una gaceta donde interconectar ideas y recursos de los que extraer inspiración. Siempre es buen momento para compartir de nuevo el propósito con el que nació esta gaceta (en el correo de bienvenida que recibes al suscribirte hay más pistas). Si ya eres habitual de Superfluor, muchas gracias por estar aquí de nuevo.
Éramos policrónicos y no lo sabíamos
El verano tiene esa extraña habilidad de crear su propia geografía sensorial. Transforma y distorsiona nuestra relación con todo lo que nos rodea, como si nuestros sentidos se fundieran en el calor del mundo. La carretera del horizonte vibra. El agua del mar destella. El chorro de la piscina nos hipnotiza. El lado frío de la almohada. Un suelo de baldosas. Los rincones en sombra. El frescor de la nevera abierta.
Incluso el tiempo mismo parece mutar y ralentizarse con el calor. Nuestro cuerpo activa algún código genético-estival y entra en reposo. El ritmo del mundo exterior adopta un estado de letargo inevitable y baja sus revoluciones.
El verano conecta con una idea que el antropólogo Edward Hall planteó en 1959, un criterio para diferenciar culturas en función de la manera predominante en que sus integrantes gestionan y conciben el tiempo. Las culturas monocrónicas son puntuales, precisas, ajustadas a un horario y a una secuencia concreta de tareas. Las culturas policrónicas, por el contrario, ocupan el tiempo de un modo más flexible, en función de la necesidad, oportunidad y momento. Seguro que en tu cabeza ya has imaginado cuál es cuál pero, por supuesto, ni las culturas ni las personas nos ubicamos de forma absoluta ni permanente en ningún extremo.
No es casualidad que usemos el mismo término para el Tiempo meteorológico y el Tiempo cronológico. Ambos están entrelazados en el Tempus latino, son inseparables porque nuestros ritmos no son otros que los ritmos de la naturaleza, aunque con frecuencia lo olvidemos. Por eso me imagino el tiempo con propiedades físicas: algo que puede ser duro y rígido como el hielo, o algo moldeable y flexible, ablandado por el calor.
Mientras las sociedades monocrónicas tienen el reloj como tirano, en las policrónicas los horarios se estiran y se contraen según las necesidades del momento y de las personas. Sin ansiedad, sin prisa. El momento marca y el cuerpo obedece.
Lo que me encanta de esta época es su capacidad para recordarnos (y reforzarnos) que la productividad no es la única forma de habitar el tiempo, que este no es siempre una línea recta que trazar. Nos recuerda que también existe el tiempo para ser, sin más propósito que el de sentir cómo la vida nos recorre por dentro con la misma ligereza con que el aire caliente asciende. Nos recuerda lo innecesario de medir el tiempo cuando uno está ocupado en vivirlo.
No creo que haya nada más policrónico que el verano, una época sinuosa que se desliza sobre la arena caliente, pausada, buscando la sombra, buscando la vida.
Poner un corazón, compartir tu pensamiento, difundir esta reflexión… todo es muy bienvenido cuando se escribe.
Varias cosas
En Nápoles existe una palabra que tiene una particularidad: solo se usa en verano.
Buen momento para recordar esto de Malibu.
Si quieres profundizar en el interesante pensamiento de Edward T. Hall, puedes leer The Silent Language, o The Fourth Dimension In Architecture: The Impact of Building on Behavior.
Si te perdiste los últimos números, uno trataba sobre la perfecta imperfección y otro sobre nuestro vínculo con los objetos.
Estoy desarrollando estos días un experimento narrativo, una historia de ficción fresca y curiosa con la que entretenerse durante el verano. Como estamos en plena policronía estival, puede que lo lance o puede que lo deje para otro momento. Si finalmente lo hago, te escribiré para que puedas apuntarte si quieres.
Te acepto y aprecio un vermú fresquito, que tomaré muy gustosamente a tu salud.
Para decirme algo, puedes responder al correo o por aquí. Si se te ha hecho corto y quieres más, puedes leer historias curiosas, los números más leídos, el extraño Buzón Ciego, las Notas (donde comparto otro tipo de cosas) o directamente el archivo, que está completito.
Gracias por estar aquí y te deseo un gran verano, disfrútalo como si fuera el primero de tu vida.
Querido Iván, ha sido refrescante leerte hoy. Sabes que justo ando en ese habitar este cambio de ritmo del tiempo estival y leerte sobre la policronía que nos atraviesa ha sido como ese soplo de aire fresco que se cuela por la ventana entre temperaturas incómodamente altas.
Sin duda, me gusta la posibilidad de saltar de un tiempo a otro. De la monocronía a la policronía y viceversa. Las estaciones, los tiempos de sembrar y cosechar, los ciclos hormonales, los ritmos circadianos... todo eso y más nos recuerda que habitamos un tiempo que se da entre ciclos y cambios. Que el reloj no es siempre un tirano, como tampoco se le puede estirar y retorcer siempre a nuestro antojo.
Hoy me tomo un vermú a tu salud 😉.
Tiempo duro y blando según convenga. Me gusta sobremanera la idea. Para complementar los otros dos tiempos, meteorológico y de calendario. En verano se agudiza, pero en realidad es así todo el año.