🜎 Superfluor 60. Tus objetos favoritos
El verdadero lujo no consiste en poder comprar cualquier cosa, consiste en no tener que comprarla dos veces.
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Tus objetos favoritos.
Quién sabe, puede que algún día se resuelva el misterio de esos objetos que pasan años vagando en nuestras casas, que resisten mudanzas y purgas periódicas de limpieza. Objetos que, con frecuencia, nadie en la familia puede decir a quién pertenece o cómo llegaron hasta ahí. ¿Por qué siguen con nosotros? No se les presta atención, no se les usa, pero si desaparecieran mañana, algo sutil cambiaría en la historia del hogar.
En la casa de mis padres hay un panfleto obsequio de un librería local que ha rondado durante décadas entre libros y estantes, unas veces escondido, otras a la vista, como si el tiempo le hubiera otorgado el derecho a decidir por su cuenta dónde quiere estar. El panfleto contiene un listado de consejos sensatos y prácticos que H. Jackson Brown escribió a su hijo Adam para ayudarle a afrontar su inminente vida adulta. Por algún motivo que ignoro, una de aquellos consejos quedó especialmente grabado en mi memoria durante años. Es este:
Con respecto a los muebles y a la ropa: si piensas usarlos durante cinco años o más, compra lo mejor que puedas pagar.
No solo la tengo incorporada en mi repertorio de frases de anciano para soltar cuando la ocasión lo requiere, también he seguido su filosofía siempre que he podido. Implica una pregunta consciente que obliga a pensar a fondo para qué necesitas aquello que quieres, qué función tendrá en tu vida y durante cuánto tiempo seguirás queriendo que esté.
Pero, ¿por qué cinco años?
Ni tres, ni diez. Cinco. Como si fuera una línea invisible que separa lo efímero de lo duradero, lo caprichoso de lo sensato. ¿Tal vez porque es el tiempo justo en el que nuestro cerebro puede proyectarse sin caer demasiado en la fantasía? Sin duda, se nos hace más fácil imaginar quiénes seremos en cinco años que en veinte (¿quién querría proyectarse dos décadas adelante?). Es un horizonte temporal lo suficientemente lejano para justificar una inversión, lo suficientemente cercano para calibrar su utilidad.
Tiene su punto trascendental decidir qué merece permanecer cinco años en nuestras vidas. Es un tiempo que pasa volando pero en el que suceden muchas cosas, dentro y fuera de uno mismo. Elegimos qué objetos nos acompañarán en nuestro devenir, qué cosas serán testigos materiales de nuestras transformaciones o nos ayudarán en esos cambios. También implica hacer una apuesta a que seguiremos siendo la misma persona que ama ese sofá, que usa esa chaqueta, que conservará su criterio. Es una forma implícita de tender un puente a nuestro yo futuro.
Por eso, quizás lo más significativo del consejo es lo que está omitiendo.
No dice «…lo más caro que puedas pagar», dice «lo mejor», habla de la calidad. Y no menciona la belleza, ni el estatus, ni las tendencias. Habla de uso, de función, de tiempo, como si nos recordara que los objetos más valiosos son los que se convierten en una extensión de nuestra identidad y nos permiten ser nosotros mismos durante más tiempo.
Los objetos de calidad que elegimos no se deterioran sino que evolucionan como nosotros, y hasta mejoran. Una guitarra de madera sólida suena aun mejor después de décadas de uso. Esa chaqueta de cuero que se adapta al cuerpo. Los vaqueros de buen denim que se han desgastado de forma única. La mesa de madera maciza que desarrolla pátina. Se convierten en pruebas físicas de nuestras experiencias vitales.
En nuestra relación con los objetos no solo importa la calidad material, también la calidad emocional. Otorgamos más valor a los objetos que poseemos que a los que podríamos llegar a poseer, sencillamente por el hecho de ser nuestros, un fenómeno que en Psicología se denomina efecto dotación. Es más, este vínculo emocional se intensifica cuando el objeto es duradero y de buena calidad, lo cual incrementa, día a día, nuestro aprecio y nuestra resistencia a deshacernos de él. Por este vínculo psicológico y emocional, aquella prenda tuya irreemplazable que lleva 300 lavados se ha hecho fuerte en tu armario.
Es un ciclo virtuoso: la inversión económica genera inversión emocional, esta fomenta el cuidado, y el cuidado genera durabilidad.
La frase del señor Brown esconde también una sabiduría económica que generaciones anteriores parecían tener interiorizada, no por una cuestión de opulencia sino de practicidad: la idea de que el lujo no consiste en poder comprar cualquier cosa, consiste en no tener que comprarla de nuevo. Visita cualquier casa centenaria en Europa y encontrarás muebles que han sobrevivido durante generaciones. Una cómoda inglesa de caoba del siglo XVIII. Una mesa de roble francés que ha vivido dos guerras mundiales. Objetos que, aun sin que fueran baratos cuando se adquirieron, se concebían como inversiones familiares. Una familia compraba un mueble tallado de madera maciza y lo heredaban sus nietos. Por eso, un ebanista del siglo XIX sabía que su trabajo era evaluado por su permanencia y no tanto por su precio. Las técnicas de ensamblaje, la selección de maderas, el acabado... había intención de trascender al propio artesano y al comprador. Los objetos malos no tienen historia, y al final, lo que perdura e importa no es el objeto en sí, sino la historia que se teje con él a lo largo de nuestra existencia. Si mañana desapareciera ese objeto, sentiríamos que algo importante falta.
El sencillo consejo del señor Brown nos recuerda que, en un mundo donde prima lo desechable, rodearnos de objetos que merecen perdurar nos ayuda a ser personas capaces de cuidar. Obliga a preguntarse cuánto de lo que elegimos hoy queremos que nos acompañe mañana: ¿qué objeto querrás preservar en los próximos años de tu vida?


Ideas al aire.
¿Qué objetos llevan contigo más de cinco años y cuáles aprecias de verdad?
¿Qué tipo de vínculo quieres establecer con tus objetos?
¿Con qué objetos quieres establecer una vínculo?
Si te ha gustado puedes dar al 🖤 y/o aportar tu punto de vista, me gustará saber que estás al otro lado y esto no será un monólogo.
Ramas.
El último punto de la lista también es esencial.
Por su filosofía y su dedicación para devolver la vida a objetos que son muy queridos, Bedo’s Leatherworks es uno de mis artesanos favoritos.
[LINK] Según el proyecto "Every Thing We Touch" de la diseñadora Paula Zuccotti, una persona entra en contacto con una media de 140 objetos diferentes cada día.
[LINK] Se estima que, en países desarrollados, una persona tiene entre 3.000 y 4.000 objetos en su hogar, una cifra 15 veces mayor que la de generaciones anteriores (otra cosa es cuántos de esos objetos permanecen en casa durante cuánto tiempo).
[LINK] Terry Pratchett formuló en su novela del universo «Discworld» lo que se conoce como la «Teoría de las Botas de Sam Vimes», un ejemplo de injusticia socioeconómica. Uno de los personajes, un guardia de la ciudad, reflexionaba sobre cómo un hombre rico podía permitirse comprar unas botas de cincuenta dólares que le durarían toda la vida, mientras que un hombre pobre se veía obligado a comprar botas de diez dólares que se rompían al cabo de una temporada. Al final, el pobre gastaba más dinero en botas a lo largo de su vida que el rico. Es el dicho «lo barato sale caro» de toda la vida.
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Y si te perdiste el número anterior, aquí está:
Yo he identificado cierta vaina mía de recuperar los objetos perdidos de mi historia. Como se perdieron, busco el reemplazo. Entonces compré el Enrique de Plaza Sésamo que de niña regalé, conseguí un Family similar al que tuve de adolescente (la versión china del primer Nintendo) remendando mi error de botar el cassette sin juegos repetidos por uno que aparentemente tenía mil. Tengo una colección de hotwheels, y siempre me preguntaba si había un objeto perdido detrás de ese grupo de carritos. Efectivamente, estaba buscando un campero rojo gigante que tuve a los 5 años.
La cosa de los objetos...
Me ha encantado el tema, lo desarrollas genial y una cosa q leí hace poco, es q las prendas q te identificas con ellas y las quieres hacer "tuyas", le quitas las etiquetas y fuera marcas. Sugerencia d Marie Kondo u otra como ella, no recuerdo bien.
Son muchas las prendas q atesoro y con las q estoy encariñada, y que, aún después d muchos años, sigo poniéndomelas. Hay cosas q son tan intemporales como nosotros queramos q sean.