¿Cómo estás? Por si es tu primera vez aquí, me presento: soy Iván Leal y te doy la bienvenida a Superfluor, una gaceta donde interconectar ideas y recursos de los que extraer inspiración. Siempre es buen momento para compartir de nuevo el propósito con el que nació esta gaceta. En el correo de bienvenida que recibes al suscribirte hay más pistas. Si ya eres habitual de Superfluor, gracias por estar aquí de nuevo.
§0. Una reflexión sobre lo que solo el tiempo puede conseguir.
Me llaman la atención los relojes, esencialmente los mecánicos, los que funcionan gracias a la energía acumulada mediante «cuerda» manual o con el movimiento de la muñeca. Forman parte de un mundo repleto de conocimiento y curiosidades en el que no se deja de aprender. Parece increíble que en algo tan pequeño puedan condensarse tantas decisiones de diseño, empresariales y de ingeniería, en variaciones prácticamente infinitas. Los modelos que llaman mi atención lo hacen, no por su precio o el mero prestigio de la marca, sino por su historia y sus características.
Este número de hoy, aunque podrá parecer que trate sobre estética, en realidad aborda una cuestión que trasciende la apariencia misma, con los relojes como fondo.
Se le llama «pátina» al aspecto que adquiere un reloj, especialmente la esfera, a lo largo del tiempo y por el uso. El material, la técnica de fabricación, la humedad, la temperatura, los golpes… hay mil factores que influyen en la «personalidad» que adquiere un reloj poco a poco, año tras año.
Uno de los factores que más influyen en la creación de esa pátina es la radioluminiscencia (en los que la tienen, claro). Durante décadas se usó material radiactivo para hacer luminiscente la pintura de las manecillas y los números, primero con radio y posteriormente con tritio (que tiene una vida media de unos 12 años, frente a 1.600 años del radio). Con el paso del tiempo, el efecto radiactivo del radio y el tritio degrada el material de la esfera, dando un aspecto peculiar en cada caso. Se puede identificar aproximadamente un reloj por la textura que otorga uno y otro.
Pero, en realidad, es un misterio fascinante porque, como con las personas, no hay dos pátinas iguales. Cada pátina es parte del ADN del reloj y ayuda a contar su historia y la de quienes lo han usado, admirado, cuidado o maltratado.
¿Nadaron en el mar con él?
¿Estuvo guardado en una caja durante años?
¿Fue reparado alguna vez?
¿Recibió golpes?
¿Le dio mucho el sol?
No hay manera de determinar qué aspecto tendrá un reloj 50 años después. Unas manecillas se vuelven amarillas, otras marrones, otras quedan intactas, otras pierden fragmentos. Unas cajas tienen un profundo arañazo, otras están surcadas por pequeños rasguños. Unas esferas adquieren un color champán, otras tienen ligeras manchas, otras conservan todo su brillo original y otras están quemadas por la radiactividad.
Dos relojes pueden nacer juntos pero son separados por el tiempo, cada uno con su propia idiosincrasia.
La cuestión es que, muy probablemente, la individualidad de esos relojes fabricados décadas atrás no se podrá volver a reproducir jamás.
Nuevos materiales más resistentes, procesos de fabricación más avanzados, la sustitución del radio y el tritio por pintura no radiactiva como el LumiNova a mediados de los 90 (esto es un gran avance, obviamente)... Las manecillas de un reloj con LumiNova siguen prácticamente igual años después porque es una sustancia muy estable y, básicamente, no se degrada. Un reloj fabricado hoy conservará su aspecto durante muchos más años que uno de 1965.
Y aquí es donde entra el concepto de «fauxtina», una palabra portmanteau que resulta de combinar «faux» y «pátina», y viene a significar «falsa pátina». Se trata de la práctica de dar una apariencia antigua, estropeada o envejecida a ciertos relojes nuevos, con imperfecciones o incluso detalles rotos.
Es curioso que la tecnología considere la pátina como un defecto a corregir pero el ser humano siga deseando su apariencia. El paso del tiempo no puede volver a crear la belleza que la evolución tecnológica ha erradicado como si fuera una anomalía.
Con la fauxtina, los relojes saldrán de fábrica pareciendo que han experimentado mil vidas, pero esa apariencia sin historia permanecerá inalterada con los años, idéntica en todos ellos. Serán piezas eternamente vintage a las que Cronos no les podrá dar su bendición.
Todo esto transmite un mensaje contradictorio, uno en el que el estímulo emocional que se busca está desconectado de la fuente original que lo produce. Y por esto la fauxtina mantiene divididos a especialistas y aficionados. Hay quien lo considera una aberración y quien lo ve como si fuera un color más.
No es la estética per se, es la superficialidad y el engaño latente que reside en la fauxtina la que me produce un rechazo instintivo en un sentido profundo, el saber que no es real. Va más allá de los relojes y el diseño porque hay mucho de naturaleza humana en ello, de «personas fauxtina».
Ansiar el resultado pero no aceptar el proceso para llegar a él.
Conformarse con la mera apariencia y rechazar tanto la experiencia que le da sentido como el trabajo que la legitima.
Buscar la vía rápida para adquirir al vuelo los frutos maduros que solo el tiempo da.
Sacrificar la individualidad sin preocuparnos por el precio a pagar.
En fin, soy de la opinión de que, se trate de relojes o de personas, lo verdaderamente auténtico solo se consigue por derecho, no hay atajos para merecerlo. Hay que ganarse la pátina.
§1. Un vídeo sobre la evolución tecnológica.
➼ La muerte del neón
Aun sin ser plenamente conscientes, muchos cambios tecnológicos reconfiguran nuestra percepción y los códigos de significado adquiridos en torno a ciertos aspectos sociales y culturales. Por ejemplo, la estética que tenemos asociada a ciertos géneros y etapas importantes del cine solo se puede entender con elementos urbanos a los que nos prestamos casi atención: las luces de los vehículos, la iluminación urbana y los carteles de neón. Sin embargo, la tecnología lumínica ha ido cambiando con el tiempo y esto ha hecho que ciertos colores y texturas hayan ido desapareciendo. Especialmente con la imposición del LED, cierta estética cinematográfica es irrepetible. Este un original análisis sobre el asunto, de esos vídeos que no buscas sino que llegan a tu encuentro y te alegras de ello.
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Mil gracias, Judy, Javier, por creer en esta gaceta y apoyarla tanto.
§2. Tres referencias conectadas por el tiempo.
(Por si acaso no resulta evidente, los títulos precedidos de ➼ son enlaces).
➼ Las chicas del radio
Una dramática historia sobre relojes y radiación, que cuenta el sacrificio de unas mujeres que, involuntariamente, aportaron a la sociedad americana una mejora en la protección de sus derechos laborales.
➼ Relojeros
Relojeros es un podcast documental que desgrana el submundo del robo de relojes de alta gama, y es una de las series más interesantes que he escuchado últimamente. Es un viaje alrededor del mundo contado por los delincuentes mismos, explicando sus métodos, sus estructuras y sus supersticiones. Es muy completa porque también aporta la perspectiva de policías, de investigadores y de víctimas de los robos, tanto relojeros profesionales como aficionados, que dan una buena idea de por qué el mundo de la relojería es tan cautivador. Lo tienes también en Spotify.
➼ Las manos del tiempo
¿Cómo nació la necesidad de medir el tiempo? ¿Cómo ha sido el proceso evolutivo en distintas culturas, a través de los siglos? Este libro de Rebecca Struthers (relojera profesional y primera mujer británica en obtener un doctorado en relojería) es un entretenido viaje que te lleva a entender la historia de la relojería y la historia de la humanidad misma porque, si lo piensas, nuestra evolución ha estado siempre ligada a buscar el control del tiempo. Es uno de los libros que tengo ahora entre manos y, si tienes curiosidad por este mundo, te lo recomiendo porque es un buen punto de partida.
Gracias por llegar hasta aquí, creo que hay suficiente material por ahora. Puedes compartir tus ideas, difundir, dar al 🖤, leer números pasados si este se te ha hecho corto... lo que te apetezca, vaya. Por si te perdiste el número anterior, aquí lo tienes.
Si quieres decirme algo puedes responder a este correo mismo. Que pases buen día y nos vemos pronto en la siguiente Superfluor (espero).
«Buscar la vía rápida para adquirir al vuelo los frutos maduros que solo el tiempo da.» Hermosísima manera de expresarlo.
Aunque tú te hayas centrado en los relojes, pienso también en aquellas obras de arte (arquitectura y pintura, especialmente) a las que el paso del tiempo les ha otorgado una nueva capa (o capas): óxido, desgaste, oscurecimiento, grietas… Puede que su estado original fuese ya bello y —casi— perfecto, pero esa pátina que sirve de eje a tu texto también ejerce su acción sobre todo ello y crea una nueva obra: algo que, de alguna extraña manera, es y no es el original, pero también bellísimo.
«En fin, soy de la opinión de que, se trate de relojes o de personas, lo verdaderamente auténtico solo se consigue por derecho, no hay atajos para merecerlo. Hay que ganarse la pátina». Plenamente contigo, Iván, y qué forma tan bella de expresarlo.
Gracias por esta reflexión.