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⁍ Superfluor 06. Lo que vaya pidiendo
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—Y cuando la carne esté algo hecha añades poco a poco la salsa de tomate que tenías apartada a fuego bajo.
—Vale, ¿y cuánto le echo?
—Pues lo que vaya pidiendo.
—¿Pero cuánto es eso?
—Ay, hijo, no sé, tú ya lo verás… eso te lo va pidiendo el plato.
«Lo que vaya pidiendo» es una expresión que pertenece a cada casa. A mi madre se la he escuchado «de siempre», sobre todo en cuestiones culinarias. Muchas personas de mi entorno han crecido escuchando esta expresión u otras parecidas.
Esta frase me genera emociones contrapuestas. Cuando me la dicen, un primer impulso es querer zarandear a la persona en cuestión para que suelte la respuesta, porque tiene un algo críptico y frustrante, como un conocimiento milenario que la persona no desvelaría ni bajo tortura.
Por otro lado, me genera una sensación de tranquilidad, de confianza en que, a su debido tiempo, sabré qué es lo más adecuado y tomaré la decisión correcta. No debo pre-ocuparme, solo ocuparme cuando llegue el momento oportuno. Ni antes ni después.
También me gusta la expresión porque convierte a los ingredientes en entes inteligentes que pueden comunicarse y susurrar sus propias necesidades.
Es una obviedad, pero vivimos rodeados de incertidumbre. Hasta para cocinar. Mi madre podría darme unas indicaciones más precisas que me darían confianza en ese momento, pero es probable que cuando me enfrentara a los fogones me guiaría erróneamente por las indicaciones, en lugar de prestar atención a lo que realmente «pide» el plato.
Hay cosas que se pueden prever con cierta claridad y otras cosas que solo cuando llegue el momento se podrán conocer. Sin embargo, queremos saber todo de antemano, al detalle, y anticiparnos a lo que pueda ocurrir. La incertidumbre genera nerviosismo, supongo que por la incómoda sensación de falta de control.
Pero, ¿en qué medida debe ser incómoda esa falta de control? ¿Hasta qué punto no se tiene control?
No es raro encontrarme con proyectos con un alto grado de complejidad e incertidumbre, por dimensión, por equipo, por expectativas, por tiempos. En muchos de ellos se pretende conocer, incluso antes de iniciarse, la receta exacta.
Las proporciones justas.
Los tiempos precisos.
Para un plato que aun no se sabe cómo es.
Y claro, frustra.
Una parte del plan se construye para organizarse, mientras que otra parte, casi sin intención, veo que puede llegar a construirse para calmar (falsamente) los nervios ante lo imprevisible, más que para reducir realmente la incertidumbre y limitar la improvisación.
La palabra «improvisar» tiene en su raíz la palabra latina «videre», que significa «ver». Improvisamos constantemente porque constantemente nos enfrentamos a cosas que no hemos «visto» o «pre-visto», y un plan puede crear un espejismo de control, que dura hasta que lo tocamos con los dedos de la realidad. No garantiza qué haremos cuando llegue el momento, porque ese «hacer» solo lo sabremos cuando lo tengamos delante de nuestras narices.
De algún modo, me imagino que los planes son como cuerdas a las que nos aferramos para atravesar zonas de niebla, paso a paso, y no importa si la niebla es un proyecto, un viaje, o la vida en general. Nos fabricamos cuerdas pensando que nos llevarán exactamente por el camino y al destino que queremos y con frecuencia no resulta así. Resulta que damos los pasos conforme lo va pidiendo el propio camino.
La necesidad de improvisar ante lo inesperado no hace irrelevante un plan. Un plan tampoco evita la improvisación. Creo que lo importante, en el fondo, es no perder de vista lo importante, que es: añadir la cantidad adecuada de tomate que el plato vaya pidiendo. Ni antes ni después.
—
[Esto va dedicado a mi madre, claro]
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§1. Imágenes con las que inspirarse
➼ El arte olvidado de los carteles de cine
Poca gente se extrañará si no conoces a Drew Struzan, no es un nombre muy conocido, pero su trabajo (según tu edad) sí lo has visto, tú y millones de personas de distintas generaciones. Struzan es un artista cuyo trabajo brilló durante años, principalmente, en forma de carteles de películas (algunas legendarias y otras olvidables). Pintados a mano, eran parte inseparable de la película, y a su valor artístico se añadía el reto de atraer al potencial espectador y expresar la esencia de la película sin desvelarla.
§2. Recursos que te pueden servir
➼ El cajón del storytelling
La versatilidad y amplitud de ciertos conceptos son una virtud y una maldición, por eso tengo sensaciones contrapuestas con el término storytelling, por la confusión que genera según cómo se enfoque y para qué se use. Sin embargo, este repositorio de recursos, artículos y referencias mantenido por Jon Yablonski y Elizabeth Mally me parece muy interesante como lugar donde inspirarse, aprender y hacerse preguntas.
➼ Creo que para ser un buen diseñador hay que leer
Con esta simple frase presenta Jarrett Fuller su colección de textos y materiales seleccionados en torno al diseño gráfico (aunque en realidad las líneas de conocimiento son muy variadas). El sitio es simple y bien organizado, y de cada referencia dada facilita una web, una vía para comprar el material o, si es de libre difusión, obtienes directamente el texto. Puedes redescubrir material olvidado y también dar con nuevas joyas.
§3. Vamos a ir cerrando
¿En tu familia también tenéis alguna frase «oficial»?
Vaya nostalgia al ver el cartel de «Golpe en la pequeña China», y el de «El nombre de la rosa».
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IMAGEN DE PORTADA: Preparing cheeseburgers, Century 21 Exhibition, 1962 • University of Washington Libraries.